LA GRIETA DIGITAL 11

SEPTIEMBRE OCTUBRE 2013

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EL PERIODISMO PIOLA



Por Esteban Rodríguez*
*Docente e investigador de la UNQ y UNLP. 
Autor de “Justicia mediática” y 
“Derecho a la comunicación.”

En 2001 compilé un libro que se llama “Contra la prensa”. Allí escribí un ensayo sobre Lanata. Por aquel entonces dirigía la revista Veintidós y se había animado con la televisión. “Día D” se convirtió en una trinchera contra el gobierno de la Alianza y faltaba muy poco para que se autopostulara como abanderado de las asambleas barriales. Pasó el tiempo y Lanata sigue siendo Lanata, o peor aún, una copia grotesca de sí mismo y una manera de hacer periodismo. Porque Lanata ha hecho escuela. Su estilo, tributario de los reality-show y los programas de entretenimiento de Pergolini y Tinelli, lo encontramos reproducido en las camadas más jóvenes de la televisión “independiente” de la Argentina. La idiotez es una marca registrada por Lanata. Y que conste que cuando digo idiota no estoy apelando al insulto sino trayendo al ruedo una categoría propuesta por Hannah Arendt, retomada luego por el filósofo catalán Norbert Bilbeny, para pensar la banalidad. El idiota moral es la persona que no puede pensar ni sentir al otro porque es incapaz de ponerse en el lugar del otro. El otro debe adecuarse y conformarse a su punto de vista si no quiere ser anulado. El periodismo se vuelve idiota cuando banaliza la realidad. Para Lanata, la noticia se dispone para practicar la sátira, la descalificación, el insulto, el autobombo, el voyeurismo, la ficción y el ninguneo.

Hasta hace un tiempo el método de Lanata era la entrevista, pero ahora, cuando nadie quiere ser entrevistado por Lanata -porque nadie se presta a sus descalificaciones-, apeló al monólogo. Lanata es la versión degradada de Tato Bores. Va hilvanado sus descabelladas hipótesis apelando al titeo, el insulto, la grosería, el chiste fácil y la chicana, los deportes preferidos que Lanata cultiva desde hace años. Ejercicios retóricos que cuentan de antemano con la complicidad de la corte de adulones y los seguidores que no dejarán de reír y festejar cada una de sus “boberías”. La risa, que permanece como telón de fondo, es patética, porque si es cierto lo que dice Lanata, que la Argentina está a punto de sucumbir… la pregunta que se impone es ¿de qué se ría toda esa gente?

Lanata habla para la hinchada y le habla como se habla en la calle. Lanata es el periodista compinche y hace periodismo jugando al truco. Todo el programa está guiñando el ojo, haciendo muecas como Lilita Carrió. La complicidad –que averiguamos en el voseo, la vehemencia discursiva, la recurrencia a una adjetivación negativa, el tremendismo, el doble sentido, el uso sistemáticos de las malas palabras- es la forma de sellar un pacto de lectura con la audiencia. Lanata no tiene que ponerse a rendir cuentas porque le habla a la gente que siente como él y sobre todo que sabe las reglas de juego que ha dispuesto. “Vos ya sabes de que estoy hablando”, “Vos ya no conoces” repite Lanata como un mantra en cada programa.

Lanata no se indigna como Magdalena porque tampoco se asombra. Sabe que dado A puede ser D o F, nunca B. Lanata se las sabe todas! Cuando nosotros fuimos, él fue y vino diez veces por todos nosotros. La parodia es la manera de mostrar que no lo van a pasar fácilmente. Lanata, además de canchero, es perspicaz. Maneja información, tiene fuentes. Lanata “sobra” porque le sobran pruebas. Ni siquiera tiene necesidad de apelar a entrevistas porque sabe de antemano lo que le van a decir. Pero cuando recurre a ellas los reportajes se parecen a un examen. De allí que cuando el interlocutor pisa el palito y se deschava, se vuelve una confesión. Por eso las preguntas de Lanata no interrogan, se disponen para dejar constancia de todo lo que sabe Lanata.

Lanata, finalmente, es un egotrón y altanero. Está siempre en el centro de la escena. No hace noticias, él es la noticia. Lanata no busca la verdad sino el espectáculo. Emplea frases ejemplarizantes y pontificadores que clausuran cualquier discusión. Desdramatiza la historia cuando parodia la realidad. Sus operaciones de prensa nos recuerdan a un viejo programa de humor de los hermanos Sofovich: operación ja-ja!

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